Para los paladares jazzeros
El contrabajista francés Renaud García-Fons ofreció un concierto memorable, el domingo en la Usina del Arte. Fue la coronación de un fin de semana intenso que el escenario de La Boca dedicó al jazz internacional. El viernes, en el comienzo de la serie, el guitarrista y compositor brasileño Guinga y la cantante portuguesa María João presentaron los temas de Mar afora, el disco que una vez más los reúne, entre aires de bossanova y sentimiento de fado. El sábado fue el momento del experimentado contrabajista David Williams y su The Power Jazz Quartet. “Happy” Williams, destacado en el panorama del jazz contemporáneo por su versatilidad, rindió homenaje a su genealogía musical, en la que están Art Blakey y Cedar
Walton, acompañado por el formidable pianista David Hazeltine, Eric Alexander en saxo tenor y Joe Farnsworth en batería. Durante esta semana los músicos desarrollarán su residencia en la Usina del Arte, ofreciendo clínicas y seminarios en el ciclo “El aula música”.
También se anuncian otras actuaciones: mañana, a las 20 y a las 22, “Happy” Williams se presentará con el quinteto del pianista David Hazeltine en Bebop Club (Moreno 364), mientras que Guinga y María Joao actuará el miércoles y el jueves a las 21 en Café Vinilo (Gorriti 3780).
Lo del domingo de Renaud García-Fons en La Usina del Arte fue notable. El contrabajista desplegó su estilo original, hecho de variedades delicadamente equilibradas y en sensibilidad común con su trío, que se completó con David Venitucci en acordeón, y Stephan Caracci en batería y vibráfono. La música de La vie devant soi, su último disco, y otros temas articularon un concierto cuyo título, Revoir París, resultó atractivamente exegético. De vuelta de numerosas experiencias en los contornos de las músicas regionales, en particular las que vuelcan sus sonidos en el Mediterráneo, el contrabajista francés planteó en Revoir París el sonido abierto de la ciudad cosmopolita. En la música de García-Fons, musettes, baladas y riffs prosperan nutridos por gestos y sonidos que llegan del rock, del blues, del tango y, por supuesto, del flamenco. Una variedad que el jazz envuelve desde la improvisación, elemento fundamental en la economía del trío.
El largo solo introductorio de “Je Prendrai Le Métro” fue el preludio a una hora y media de concierto bello y sensible, que proyectaba escenas parisinas hechas de músicas varias, entre contrastes y correspondencias. Músicas que las dinámicas del trío enunciaron con sutileza y solidez, más allá de la simple descripción sonora. Venitucci desde el acordeón aporta armonía y melodía a la exploración sonora, con un particular uso del vibrato y numerosos recursos tímbricos, y Caracci hace lo propio desde la batería, tocada siempre con escobillas, y desde las placas del vibráfono.
Podría sorprender que en el trío de un contrabajista la música articule sus ritmos y armonías desde ideas melódicas. Más aun si en general es el contrabajo el instrumento que asume la melodía. En este sentido, las exploraciones de García-Fons sobre instrumento no sólo trazaron las bases de un estilo instrumental propio, sino que plantearon hallazgos técnicos formidables. Lírico y potente, García-Fons canta con el contrabajo. Su trabajo con el pizzicato es demoledor, y el empleo del arco y sus posibilidades es extraordinario. Usa además una pedalera de efectos, pero con particular atención a no desdibujar la naturaleza del sonido de su instrumento de cinco cuerdas. De alguna manera, García-Fons inventó un nuevo instrumento, en el que técnica y estilo trabajan como una sola cosa. Un bis con una versión de una canción de Georges Brassens, dejó en claro de cuál Francia vinieron García-Fons y los suyos.
Contrabajistas audaces hay también por estas latitudes, según consta en Mayo, el nuevo disco de Nicolás Ojeda. Se trata del segundo registro del músico cordobés, que en esta oportunidad propone un trabajo desprejuiciado, cuyo mérito mayor podría ser el intento de liberarse de posibles clichés y rótulos, aunque sea grande la tentación de llamar jazz-rock a ciertos impulsos que aparecen en distintos momentos del disco. Sin referencias precisas a la vista, la música de Ojeda apunta decididamente a una expresividad cruda, que sin dejar de ser elemental suena atrapante. Los desarrollos no parte de la abundancia, sino más bien se construyen y se ornamentan en criteriosas elecciones tímbricas y en los amplios espacios para la improvisación. Fundamental resulta en este sentido el aporte de músicos en plena sintonía con la idea: Sebastián Zanetto, que alterna el piano con el viejo y glorioso Rhodes; Victoria Zotalis, que pone la voz en varios temas; Mauro Mourelos en trompeta, Pedro Bulgakov en batería y los guitarristas Pablo Monteys y Nicolás Olivera, además de algunos toques, sutiles, de ortopedia electrónica. Mayo se articula en diez momentos, todos compuestos por Ojeda. “Cordura humana” y “Desplazado”, además del tema que da nombre al disco, podrían estar, con sus naturalezas distintas, entre lo más logrados de un trabajo compacto en su diversidad.
Ya tiene fecha el Festival Internacional Buenos Aires Jazz.18: se llevará a cabo entre el 14 y el 19 de noviembre. Por lo pronto, atento a dar un espacio a novedades locales, lanza una convocatoria dirigida a proyectos artísticos instrumentales y vocales. Los requisitos son que las formaciones tengan un mínimo de tres integrantes, ya sea que se trate de ensambles, colectivos o grupos liderados por un solista, y que no hayan participado anteriormente de alguna de las ediciones del Festival con ese mismo grupo. La inscripción puede realizarse de manera online hasta el 20 de julio por medio de la web buenosaires.gob.ar/festivales. Los artistas seleccionados tendrán la oportunidad de presentar su trabajo en el marco del Festival que este año celebrará su 11° edición.